domingo, 1 de diciembre de 2013

Investigación: Cemento, ya nunca me verás como me vieras



Cemento se convirtió en la gran epopeya del rock nacional de las últimas tres décadas. Descansa en la nostalgia de todos aquellos que lograron pisarlo, y alimenta las mentes de aquellos que no llegaron a ir, con anécdotas que ya no van a volver.






  Nacido como una discoteca administrada por la (por entonces) pareja del artista y empresario Omar Chabán, y la actriz Katja Alemann, a mediados de 1985, y ganó su nombre por aquellos zapatos que se fueron llenos del cemento del suelo (aunque algunos quedaron incrustados) que aún no había secado del todo el diá que inauguró. A los pocos años, se convirtió definitivamente en un boliche dónde los recitales de rock en vivo lo definirían para siempre.

  

   Estados Unidos 1234 era el domicilio donde las bandas iniciaban su camino para llegar a la cima. O tal vez no todas, algunas, pero sí era un lugar dedicado a la música, al arte y a la cultura, dónde banda que quisiera podía tener su espacio. ¿Quién podría negar que Attaque 77, Flema, Viejas Locas, La Renga y hasta Miranda! se hicieron masivos gracias a este lugar? Nadie. Como tampoco podría callar a las miles de historias que transcurrieron ahí adentro, y quedan guardadas de: desde Luca Prodan cantando con los recién aterrizados de La Plata, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, hasta Ricky Espinosa, líder de Flema, vomitando y teniendo relaciones a la vez, en el camarín del boliche rocker del barrio porteño de Monserrat.




   Así como su rareza la posicionó en el lugar elegido por lo más jovenes a la hora expresarse, también poseía su parte oscura. Desde el año 1993, cuando un recital de la banda The Exploited terminó en una dura batalla con neonazis que se habían acercado al lugar además de la clausura del lugar, decenas de fajas que impedían el ingreso, decoraron el lugar en varias oportunidades (aunque el mismo Chabán se encargó de sacarlas a la fuerza frente a las cámaras de televisión). A esto se le sumaban numerosos reclamos de vecinos, las intensas razzias en los alrededores del boliche, el sonido deteriorado y las paredes que transpiraban cuando el lugar se llenaba. Aunque quizás el único gran defecto que tuvo Chabán fue haber inaugurado en 2004 ese primo maldito llamado República de Cromañon, para poder competir con esos lugares más cool como La Trastienda, Niceto o El viejo Teatro de Colegiales.



   Cuando la banda Nuca comenzaba su show de despedida de año ese terrible 30 de diciembre de 2004, jamás imaginaron que muchos padres empezarían a acercarse al lugar dando el nombre de sus hijos para ver si se encontraban en ese lugar, ‘el boliche de Chabán’, el nombre que hacía circular la prensa en las primeras horas del incendio en Cromañon. Para antes de la medianoche ya no quedaba nadie en el lugar. Tampoco se sabía que el rock y Cemento cambiarían para siempre.



  Mario Duarte fue el sereno del boliche durante las tres décadas que vivió el boliche rocker. Su intento de crear una cooperativa para reabrir el lugar, y que todos aquellos que trabajaban allí no perdieran sus puestos laborales quedaron en el olvido. Intentó hacer una especie de Zanón, pero los intereses económicos de muchos poderosos de otros boliches de la ciudad hicieron que ese sueño quedara en el olvido.



  El viejo Registro del Automotor que convivía al lado de Cemento se convirtió en una sede del Ministerio de Educación. Lo más triste es que este último lo fagocitó: a fines de 2009, el Gobierno de la Ciudad decidió convertirlo en el estacionamiento de este Ministerio, y ya todo cambio para siempre. 




   La gente que cuida el lugar hoy, no tiene ni idea de todo lo que pasó en esa propiedad años atrás, ni el aporte a lo cultural. Los que saben algo inventan historias para que se les deje de preguntar. De esta manera Cemento quedó en el recuerdo de algunas generaciones, mientras Chabán enfermo de gravedad, muere de a poco en el olvido y como un empresario mercenario. Nadie se acuerda que ayudó a la mayoría de las bandas que hoy son masivas y logró nutrir el under como se lo merecía. Hoy esa cultura rock está como olvidada pero ojalá que este Siglo XXI nos traiga un lugar cultural que deje ser a los artistas como quieran ser.













   



Nota por Ariel Andreoli

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