Cemento se convirtió en la gran epopeya del
rock nacional de las últimas tres décadas. Descansa en la nostalgia de todos
aquellos que lograron pisarlo, y alimenta las mentes de aquellos que no
llegaron a ir, con anécdotas que ya no van a volver.
Nacido como una discoteca administrada por la (por entonces) pareja del
artista y empresario Omar Chabán, y la actriz Katja Alemann, a mediados de
1985, y ganó su nombre por aquellos zapatos que se fueron llenos del cemento del
suelo (aunque algunos quedaron incrustados) que aún no había secado del todo el diá que inauguró. A
los pocos años, se convirtió definitivamente en un boliche dónde los recitales
de rock en vivo lo definirían para siempre.
Estados Unidos 1234 era el domicilio donde las bandas iniciaban su
camino para llegar a la cima. O tal vez no todas, algunas, pero sí era un lugar
dedicado a la música, al arte y a la cultura, dónde banda que quisiera podía
tener su espacio. ¿Quién podría negar que Attaque 77, Flema, Viejas Locas, La
Renga y hasta Miranda! se hicieron masivos gracias a este lugar? Nadie. Como
tampoco podría callar a las miles de historias que transcurrieron ahí adentro,
y quedan guardadas de: desde Luca Prodan cantando con los recién aterrizados de
La Plata, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, hasta Ricky Espinosa, líder
de Flema, vomitando y teniendo relaciones a la vez, en el camarín del boliche rocker
del barrio porteño de Monserrat.
Así como su rareza la posicionó en el lugar elegido por lo más jovenes a
la hora expresarse, también poseía su parte oscura. Desde el año 1993, cuando
un recital de la banda The Exploited terminó en una dura batalla con neonazis
que se habían acercado al lugar además de la clausura del lugar, decenas de
fajas que impedían el ingreso, decoraron el lugar en varias oportunidades
(aunque el mismo Chabán se encargó de sacarlas a la fuerza frente a las cámaras
de televisión). A esto se le sumaban numerosos reclamos de vecinos, las
intensas razzias en los alrededores del boliche, el sonido deteriorado y
las paredes que transpiraban cuando el lugar se llenaba. Aunque quizás el único
gran defecto que tuvo Chabán fue haber inaugurado en 2004 ese primo maldito
llamado República de Cromañon, para poder competir con esos lugares más cool
como La Trastienda, Niceto o El viejo Teatro de Colegiales.
Cuando la banda Nuca comenzaba su show de despedida de año ese terrible
30 de diciembre de 2004, jamás imaginaron que muchos padres empezarían a
acercarse al lugar dando el nombre de sus hijos para ver si se encontraban en
ese lugar, ‘el boliche de Chabán’, el nombre que hacía circular la prensa en
las primeras horas del incendio en Cromañon. Para antes de la medianoche ya no
quedaba nadie en el lugar. Tampoco se sabía que el rock y Cemento cambiarían
para siempre.
Mario
Duarte fue el sereno del boliche durante las tres décadas que vivió el boliche
rocker. Su intento de crear una cooperativa para reabrir el lugar, y que todos
aquellos que trabajaban allí no perdieran sus puestos laborales quedaron en el
olvido. Intentó hacer una especie de Zanón, pero los intereses económicos de
muchos poderosos de otros boliches de la ciudad hicieron que ese sueño quedara
en el olvido.
El
viejo Registro del Automotor que convivía al lado de Cemento se convirtió en
una sede del Ministerio de Educación. Lo más triste es que este último lo
fagocitó: a fines de 2009, el Gobierno de la Ciudad decidió convertirlo en el
estacionamiento de este Ministerio, y ya todo cambio para siempre.
Nota por Ariel Andreoli
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