El fin de semana que
pasó traía dos retornos que hacía años esperaba: el primero, la vuelta de
Cuentos Borgeanos, banda que alimentó mis años adolescentes con buenas
canciones, pogos y letras inolvidables. El otro, la posible chance de gritar Campeón del torneo local de mi equipo
San Lorenzo de Almagro.
Parte I: Cuentos Borgeanos
El sábado 30 de
noviembre todo parecía una alegría interminable. Esa banda adolescente se
volvía a juntar, no con la misma formación, pero con tres de los miembros
originales. El guitarrista Diego López, el batero Lucas Hernández y el
cantante, guitarrista y pianista Abril Sosa. Faltaba el bajista Agustín Rocino,
hoy baterista de Catupecu Machu.
Apenas crucé las
puertas del Vorterix (lugar donde los había visto por última vez hacía casi un
lustro, una fecha organizada por el boliche Alternativa una madrugada de
verano, cuando aún se llamaba The Roxy),
vi gente que nunca saludé pero que siempre veía en esos recitales. Algunos
estaban más grandes, otros pelados, otros gordos. Y doy por hecho que habrán
pensado lo mismo de mí.
La banda pasadas las
21.15 horas salió a escena con ‘Estás vivo’, corte de difusión de su última
placa ‘Psicomágico’, álbum, por el cual había dejado de ir a verlos años atrás.
El recital siguió con canciones que me partían la cabeza de sus discos
‘Misantropía’ y ‘Felicidades’, intercaladas con esos temas que me había negado
a aprenderme del último disco.
Después de cantar
desaforado y saltar en canciones como ‘Cuenta despacio’, ‘Schumann’, ‘Marzo’,
‘Estoico’, ‘Oceano’ y ‘Si morir’. Los músicos se retiraron cuando se cumplió la
primera hora de show, y volvieron por el primer bis.
El comienzo de la
segunda parte arrancó con el frontman solo con una guitarra acústica, cantando
‘Té verde’, quizás una de las mejores letras de amor que se hayan escrito.
Posterior a esta
canción, se vinieron muchas canciones de esas que no me gustaban. En mi mente
no paraba de rondar la idea de algo que ya parecía diluido: no habían tocado
ninguna canción del primer disco, ‘Fantasmas de lo nuevo’. Ese disco que me
había dejado tantos moretones en el cuerpo cuando hacía pogo desenfrenado antes de que empiecen a sonar en la radio.
“El disco nuevo se
va a llamar ‘Postales’”, aseguró Abril Sosa desde el escenario. Yo miraba para
todos lados, y no me sentía como en las viejas épocas: la mayoría del público
ya no era el mismo, y yo que quería regresar a aquellos años felices.
Previo a ‘Volar’, el
corte de difusión que ya empezó a rotar en los medios de su próxima placa, vino
‘Alimentando’. Sí, una canción del álbum debut. Se cumplió el ritual de ‘Todos
de rodillas en el piso y cuando explota la canción, saltamos todos’. La
secuencia fue la misma de años atrás, pero antes me parecía más divertida.
Para el final,
decidieron hacer ‘Fantasmas de lo nuevo’ y ‘Mirame’, esos himnos imborrables de
cada recital que con sus letras me habían grabado la memoria. Sólo quedaba
tiempo para que hagan ‘Frío’, uno de los mejores temas del disco que no me
gustaba.
Ya cuando se
cerraron las cortinas y la gente comenzaba a salir, volvieron rápido al
escenario para terminar con ‘El ocaso de mis ídolos’, y el Vorterix quedó
gritando ‘Somos el nuevo suelo’.
Me fui a comer y a
tomar unas birras post show, con aires de nostalgia, recordando viejos
recitales y momentos que ya no iban a volver. La vuelta de Cuentos Borgeanos me
había dejado algo vacío.
Comentario por Ariel Andreoli
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